Abierto el nuevo periodo de la modernidad que se rige por el lema” tanto tienes, tanto vales” padecemos la peor enfermedad que se pueda sufrir, el individualismo y el intento de propulsarnos a nosotros mismos fijándonos en nuestros propios intereses, esto hace que no seamos capaces de mirar el aspecto mas crudo de esta sociedad capitalista y llena de individualistas, cuya enfermedad es el consumo desmesurado y la creación de necesidades.
¿Y cual es la otra cara de esta sociedad que cambia a un ritmo vertiginoso? Quizá ni siquiera interese a la mayoría de la población, el saber en que condiciones viven otras personas sin hogar y sin apenas nada que llevare a la boca, ahora la mayor preocupación de las personas es que nuevo modelo de zapatillas de marca comprarse, o adquirir el ultimo modelo de telefonía móvil que exista en el mercado. Ahora las identidades de las personas se forman a través de lo que consumen y no de lo que producen.
Años atrás “el vinculo social se basaba en la necesidad de una fuerza de trabajo creciente, de este modo incluso el pobre era concebido como un productor potencial que debería de estar preparado para unirse al ejercito de los trabajadores” (Saavedra, Javier).
En resumidas cuentas el pobre tenia una función social y tampoco estaba tan mal visto.El paso de una sociedad disciplinaria (basada en la ética del trabajo) a una sociedad de control (basada en la estética del consumo) ha hecho que los pobres o marginados no tengan ninguna función en nuestra sociedad, es decir el pobre es invisible, se le intenta hacer invisible o directamente se le elimina.
Esto no solo significa que el trabajo ha dejado de ser referencia para la construcción de la identidad, si no que las personas estamos dejando de ser personas, de preocuparnos por los necesitados, de ser justos y de no añadir un granito más de arena a la exclusión. Esto se nos olvida para convertirnos finalmente en solo productos.
ALBA CAMPOS ALVAREZ
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