miércoles, 23 de marzo de 2011

LA EXCLUSIÓN GLOBALIZADA

No cabe duda que el fenómeno de la exclusión es una construcción social. Cada cultura interpreta de una forma distinta esta dimensión que se repite en todas las sociedades. Es más, en una cultura determinada, que comparte unos parámetros específicos para definir la exclusión social, puede variar según el país o la región que nos encontremos. Incluso estas diferencias pueden apreciarse en Europa. Si comparamos los recursos que destinan las Administraciones Públicas en paliar esta situación de desigualdad existen grandes diferencias entre los países nórdicos y los mediterráneos1.
Por otro lado, la exclusión entendida a nivel planetario está en función de la economía, ya que se distingue los países que carecen de una industrialización de los que son dominantes en este terreno. Es decir, la diferencia está en los que pueden participar en el juego del capitalismo de los que no. Los países que no entran en este sistema son invisibles en un mundo globalizado.
Hay que hacer una salvedad en los países emergentes (China, India, Brasil, Malasia, Filipinas, Tailandia y Turquía)2, los cuales están saliendo a flote al mercado liberal capitalista de una manera intimidatoria. No obstante, estas nuevas potencias económicas se han formado con un coste humano y social muy alto. No hay más que ver de dónde vienen cantidades astronómicas de mercancías (ropa, electrodomésticos) a nuestras tiendas. Pero ante esta situación hay que preguntarse: ¿por qué no existen los Derechos Humanos en estos países? Quizás los gobiernos y la ciudadanía de estas culturas no entienden la exclusión social como Occidente. Acción de la cual la economía capitalista se aprovecha.
Puntualizando a la cultura oriental, hay que tener en cuenta la visión que tienen del trabajo y, por ende, lo que ha supuesto su modernización industrial. Podemos hacer un paralelismo con la revolución industrial que sufrió occidente en la modernidad. Así pues, el capitalismo sólo ha cambiado de herramientas, debido a que las occidentales ya no sirven para producir (aunque sí para consumir) porque tienen unos derechos humanos, sociales y económicos y, estos nuevos mecanismos de producción aún no han encontrado la salida para solucionar las disfunciones que supone el sistema.
Los países con una economía emergente quieren integrarse en el duro negocio del capitalismo, sin considerar el peso del coste humano y de los recursos naturales. Con ello no están excluidos de este gran negocio que, a su vez, alimenta a millones de personas. Pero desde la mirada de muchos/as que ven esta situación desde otra perspectiva acuerdan que la condición en que se encuentran estas personas es la de excluidas, ya no sólo en comparación de los más excluidos de las sociedades occidentales, sino que los obreros de las multinacionales son la capa más excluida de su propia sociedad.

Sheila I. Reyes del Pino
1  Rodríguez Cabrero, G. (2002) El desarrollo de la política social en la Unión Europea y la construcción de los derechos sociales en una Europa ampliada.  
* (Anexos en sección videos)

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